sábado, 28 de abril de 2018

#Cuéntalo (mi juicio por abuso sexual)


Todo esto de La Manada y la sentencia me ha hecho recordar mi propio juicio. Yo debía rondar entonces los 13 o 14 años, pero los hechos sucedieron antes. Me tiré años sin decir nada y cuando se lo conté a mi madre entre lágrimas, temblando y con un "creo que han abusado sexualmente de mí" por supuesto que lo que menos quería era interponer una denuncia. Solo accedí cuando mi madre me dijo que tenía que hacerlo para proteger a otras chicas. Y yo recordé que, poco después de que pasara lo mío, había visto a ese depredador hablar con unas niñas pequeñas, unas hermanas que vivían por el barrio, y yo había apurado el paso y no había hecho nada. Así que tenía que denunciar. Aunque no quisiera. Por otras. Por sororidad, aunque entonces yo no supiera lo que era eso.

No quiero narrar lo que sucedió. O quizás es que no puedo. Aún no puedo. Pero creo que me siento más segura si lo enfoco desde un punto de vista judicial.

Me aseguraron que yo no tendría que ver a mi agresor (bueno, o abusador, tuve suerte y no me logró violar). Recuerdo los despachos y las preguntas. Tenías que contarlo todo una y otra vez. Recuerdo que yo miraba al suelo, intentaba mantener la calma y, sobre todo, la vergüenza a raya. Joder, qué culpable me sentía y cómo me costó entender que no había hecho nada malo. Recuerdo cómo, cuando me preguntaron dónde me había tocado, no supe cómo referirme a mis partes íntimas de un modo educado. Mi madre me ayudó sugiriéndome la palabra "entrepierna". Cada vez que oigo esa palabra, aún hoy, el recuerdo vuelve a mí y me siento turbada.

En los despachos no me presionaron demasiado. Fueron amables. Supongo que habría psicólogos, mi abogado defensor… No lo sé. Era todo muy confuso para mí.

Al principio, no lo conté todo. Me guardé lo que más me impactó. Y luego ya no lo dije nunca, porque había visto series y películas de investigación criminal y sabía lo que era ser coherente en las declaraciones. Cuando cogí fuerzas para contarlo todo, no pude, porque tuve miedo de que no me creyeran.

Así que, con casi toda la historia, llegó el momento del juicio. Oh, sorpresa, querían un careo. A mí me entró el pánico, pero al final me convencieron. No tendría que verle la cara, solo le vería de espaldas al testificar.

Y entonces fue el momento de las preguntas. Me habían advertido de que dijera la verdad y no me dejara confundir, aunque insistiera el abogado de la defensa, que me mantuviera en mis trece, que no me liara. No tenía ni la más remota idea de lo que me esperaba.

Como curiosidad, a esta mujer violada por la Manada la defensa hizo que la siguiera un detective para ver la vida que llevaba, para ver si "le había afectado" lo sucedido. A mí el abogado defensor me preguntó si había cambiado la ruta para ir al colegio y cuestionó si no lo habría hecho solo por ahorrar tiempo (aún cuando era más larga). Insistió tanto que al final creo que perdí los nervios y di una mala contestación. Me defendí porque me sentí atacada y no entendía porqué me atacaba. Y ya no me preguntó más al respecto; quizás el juez le llamó la atención, no lo sé, porque luego me quedé mirando hacia abajo sin más.

Esta parte merece que me detenga un momento. Resultaría gracioso si no fuera tan horrible. Joder, aún hay canciones, que hablan de esto, que no puedo escuchar porque me siento aterrada; han pasado más de dos décadas y aún tengo que superar lo mismo, una y otra vez, cada vez que tengo relaciones sexuales… ¡Por los dioses! Conseguí mi sueño de ser escritora y la dedicatoria de mi primer libro fue: "Gracias a todos los que me han hecho como soy, excepto a uno", adivinad quién era es uno. ¿Y viene el abogado a ver si he cambiado la ruta por la que voy al colegio para saber si me ha afectado en algo? ¿Pero qué broma es esta? ¿Son los hombres conscientes en algún grado de lo que te puede destrozar una experiencia así? ¡Y a mí ni siquiera llegaron a violarme!

En fin.

Luego se me cuestionó que aquel hombre, que llamaba "juegos de mayores" a las relaciones sexuales y me había dicho "¿quieres echarte al suelo y jugar a juegos de mayores conmigo?" tras repetidos tocamientos, quisiera violarme. Porque es que estábamos en un portal, menuda estupidez sería esa. Aunque en realidad era una garita que solo estaba acristalada a medias, pero bueno. En un portal… mira, como a la violada de San Fermín. Es curioso cómo queman las similitudes, incluso en casos tan diferentes.

Como la imposibilidad de moverme. Jamás en mi vida he pasado más miedo que cuando él me agarró del brazo para evitar que huyera. Porque fue todo lo que pude hacer, intentar huir, una vez me agarró me quedé paralizada y solo pude evitar que me arrastrara a una zona más recóndita del portal en el que estábamos. De nuevo, similitudes: la parálisis por el terror.

Creo que fue la única vez en mi vida que hubiera suplicado. Lo hubiera hecho si es que hubiera podido razonar lo bastante para articular alguna palabra más allá de "por favor, por favor, suélteme".

Cuando testificó él, tuve una sensación extraña. Estaba aterrada de que lo negara todo, de que le creyesen a él. Pero empezaron a preguntarle y admitió algunas cosas. Admitió lo de las revistas pornográficas que me enseñaba, por ejemplo, pero no el intento de violación. Y aún así me sentí aliviada porque era como si me estuviera volviendo loca, ya que era la única persona que sabía la verdad, o al menos la única que la admitiría, y todo el mundo me cuestionaba. Pero no, él asentía a las preguntas de cosas que me había hecho y a mí me daban ganas de echarme a llorar.

Se hizo un pacto. Nadie me preguntó qué quería. Tampoco supe de sus efectos hasta más tarde. Retiraron los cargos de abuso a cambio de admitir la corrupción de menores. Le condenaron a seis meses que creo que no cumplió, aunque no lo sé, y una minúscula indemnización, no sé si de 300 euros o algo similar. Le salió barato destrozarme la vida. O por lo menos dificultar enormemente todas las relaciones íntimas que he tenido con otras personas, dejarme tullida en el aspecto afectivo.

La gente dice que el tiempo lo cura todo, que estas cosas se superan si estás decidido a dejar el pasado atrás, algunos hasta te echan en cara que no "aproveches para aprender algo de las malas experiencias" o "te destroces la vida por no superarlo". Yo no estoy segura de que se pueda superar, de que nadie haya podido. Para mí es algo que jamás superaré, siempre estará en mí, pero he aprendido a convivir con ello, que no es lo mismo que superarlo pero tiene que valer. Tiene que valer.

Y mi historia, amigos míos, no es de las peores. Ni de lejos.

domingo, 25 de febrero de 2018

Mi visión anarquista del proceso soberanista catalán

Recuerdo cómo veía antes el llamado "conflicto catalán". Antes del famoso referendum o intento de referendum. Atrás, bastante más atrás. Cuando las diadas comenzaron a convertirse en concentraciones mayoritariamente independentistas, cuando CiU pasó mágicamente del centralismo legislativo al independentismo más acérrimo, cuando Catalunya estaba en boca de tertulianos de TV y no de los de barra de bar y cubata.

En esos días todo aquello me resultaba ajeno pues, si bien yo simpatizaba con unos mucho más que con otros, al fin y al cabo era un debate entre mantenerse en un estado o formar otro nuevo; nada que a un anarquista haga saltar de alegría, por así decirlo. Cierto es que cualquier movilización social (éticamente aceptable) contra el sistema imperante me produce un interés inmediato, una suerte de ansiedad expectante, aunque no comparta por completo las reivindicaciones. No puedo evitar el cándido anhelo de que cualquier chispa pueda prenderlo todo. Y, a pesar de ello, era un tema ajeno, externo a mis verdaderos intereses político-sociales.

Pero los anarquistas estamos, como se dice en Madrid, en todos los fregaos. Y últimamente, revitalizada como está la persecución a nuestro colectivo, más todavía. O nos metemos nosotros o nos meten otros.

Poco antes de llegar el temido 1-O los titulares de los periódicos se llenaban de enajenada alteración: "Anarquistas de toda Europa se disponen a crear altercados con la policía el día del referendum".

¡Acabáramos! En eso están pensando en Grecia y Lituania los anarquistas, en venir a apoyar el nacimiento de un nuevo estado. Claro que sí. Más que cabrearme, todo aquello me daba risa y un poco de vergüenza ajena, pero con la costumbre de ver majaderías semejantes en los medios del sistema, no me escandalicé demasiado ni le di mucha importancia.

Entonces empezó la cuenta atrás. Cada día que pasaba aumentaba la tensión. Muchos ya nos olíamos las hostias que iban a caer el 1 de Octubre. Y, dada la tendencia a la resistencia pasiva mostrada por el movimiento soberanista catalán, más que altercados me temía un aplastamiento brutal por parte de las fuerzas del estado. En un programa de la Sexta apareció el portavoz de un sindicato de maderos (no recuerdo cuál) diciendo que ese día se iba a atender al orden público, que era lo primordial y que la policía intervendría sin provocar enfrentamientos. No me partí de la risa de milagro. Ya sabía yo que no iban a mantener la porra en el cinturón, ¿por qué iban a hacerlo cuando contaban con el apoyo de las instituciones más poderosas del país y buena parte del pueblo español?

Esperaba el 1 de Octubre con una mezcla de lástima, rabia y deseos de que no hubiera ningún muerto, ya que lo que estaba claro era que iban a mancharse de sangre las calles. Por suerte no hubo que lamentar ningún fallecimiento, aunque no sería por el empeño de algunos en golpear cabezas.

Eran vísperas del día D cuando, entre los grupos de anarquistas que sigo en las redes, salió a la luz un llamamiento concreto que reclamó mi atención. No recuerdo las palabras exactas, pero nos instaba a todos los anarquistas a no acudir a las revueltas que previsiblemente sucederían durante el referendum, dado que aquella no era nuestra lucha.

Y de repente me entraron unas ganas casi irrefrenables de coger un autobús y plantarme en algún colegio catalán a organizar un Black Block. Lamento no haberlo hecho.

Detesto que me digan lo que debo o no hacer o cuales son o no son mis luchas. Pero, por encima de todo, desprecio a cualquiera que invite a otros a mantenerse pasivos cuando se prevé que el estado lance sus fuerzas contra el pueblo, y especialmente cuando quien lo dice es otro anarquista.

Porque… ¿qué es un anarquista que no está dispuesto a poner el cuerpo por medio cuando el estado agrede a una persona desarmada?

Sí, ya sé. Odiamos a CiU, a ERC y hasta las CUP. Y no digamos la obscena combinación de varios de ellos. Odiamos lo que quieren conseguir los independentistas porque queremos otra cosa distinta, mejor y más justa. Odiamos el estado, cualquier estado, hasta el que está por nacer. Odiamos que se desvíen las luchas, que se desclase en pro del nacionalismo, que se culpe al campesinado andaluz de las consecuencias de un capitalismo liberalista…

Sí, sí, lo sé. Yo también lo siento. La estelada sigue siendo una bandera, un trapo más. No me he olvidado. ¿De qué sí nos hemos olvidado? ¿Cuándo los anarquistas no hemos estado dispuestos a ser carne de cañón para evitar que el estado deje caer toda su fuerza contra el pueblo? Un pueblo desagradecido, que nunca ha reconocido los logros que ha conseguido a costa de nuestra sangre. Un pueblo olvidadizo, descastado, ignorante y que clama a veces por meternos a todos entre rejas, disfrutando de los derechos que nuestro movimiento le ha conseguido y él no se esfuerza por mantener.

El pueblo puede ser cruel, lo ha sido en muchas ocasiones. No hay muchos anarquistas reconocidos en los callejeros de nuestras ciudades, en los libros de texto ni en los monumentos contra los autoritarismos. El pueblo puede ser verdaderamente idiota.

¿Ha sido eso alguna vez impedimento para que saliéramos a defenderlo?

No hace mucho un sacerdote estadounidense contaba cómo un grupo de anarquistas rodeó a su congregación en una manifestación contra el racismo para protegerlos del ataque de unos nazis. Porque el anarquismo es así, rebelde, impredecible e incomprensible para quien no lo siente suyo, dispuesto a combatir, a evitar que linchen a unos idiotas que creen en amigos imaginarios.

Da igual si el pueblo catalán quiere montarse una república o pintar todas sus casas al gotelé. Sigue siendo el pueblo, nuestro pueblo (seas de donde seas, porque no entendemos de fronteras), agredido y oprimido por las fuerzas del estado.

Las excusas del "no es legal", "sabían a lo que se exponían", etc. no sirven con nosotros. Pero la no-defensa de algo que no nos incumbe tampoco debería servirnos. Los anarquistas nos hemos aliado con comunistas, republicanos, demócratas y hasta monárquicos cuando ha sido necesario para luchar contra un enemigo aún peor que quería maltratar al pueblo. ¿Vamos a andarnos con remilgos ahora? ¿Qué pasa, quizás algo del resquemor españolista nos ha calado en los huesos?

De la noche a la mañana, mientras seguía en distintos canales lo que acontecía, donde las imágenes de violencia policial y represión se sucedían, de repente, la lucha de los soberanistas se convirtió en la mía, aunque fuera solo en aquel aspecto, en aquel momento, de forma puntual. Pero lo era.

Aunque supiera que en su nuevo estado mi ideología estaría perseguida como en todos e imperaría un capitalismo voraz, aunque fuera consciente de mi desdén a su identidad nacional y sus símbolos, aunque no compartiera sus ideas, su reivindicación ni su defensa de las urnas. Mi lugar estaba allí, entre la gente apaleada levantando las manos y los lacayos del estado golpeando. Entre los opresores y los oprimidos, los encarcelados y los que privan de libertad.

Ese ha sido y siempre será mi lugar.

A lo mejor es que yo no he entendido nada del anarquismo.

O a lo mejor son otros los que no entienden nada.

jueves, 5 de enero de 2017

Mi pensión me la he pagado yo, y tonterías derivadas


Navegando por la red (ho, ho, ho, una botella de ron) me encontré en una página de facebook de izquierdas esta preciosa imagen:




Llevo tiempo dándome cuenta de que en el tema de las pensiones nos la han metido doblada y aquí no se pispa ni Cristo. Nos hemos dividido en: "Aquí para qué pagar las pensiones de los viejos si no tengo ni para mí" versus "Él ha cotizado por su pensión y tiene derecho a ella igual que cotizo yo para la mía". Lo primero nos aboca a un sistema de pensiones privado (los dioses nos guarden) y lo segundo, postura más "de izquierdas", nos lleva a un problema actual: Muchos no cotizarían suficiente para cobrar una pensión.

Por suerte, las bases aún no han cambiado y, aunque nos estén metiendo esta falacia y la gente se la esté tragando, estamos a tiempo de despabilarnos. Así que desandemos lo andado, desaprendamos lo aprendido y empecemos desde el principio.

Veamos qué dice la RAE que es una pensión: "Cantidad periódica, temporal o vitalicia, que la seguridad social paga por razón de jubilación, viudedad, orfandad o incapacidad".

¿Qué tienen en común todos estos grupos? ¿Qué han cotizado a la seguridad social? Pues no. Lo que tienen en común es la falta total o parcial de la capacidad de sustento económico de la que en circunstancias normales podrían disponer. Ya sea porque se han hecho viejos y ya no pueden trabajar, porque se han quedado sin el salario de la pareja, sin uno o los dos progenitores o por sufrir una enfermedad que les dificulta o imposibilita el desarrollo de una actividad económica que les reporte ganancias. Por supuesto, como bien dice la definición, el pago puede ser temporal, concretamente hasta que dicha dificultad se sobrepase. Por ejemplo, la pensión de orfandad hasta los 21 años, a no ser que haya una incapacidad para trabajar del beneficiario.

Es decir, estos pagos se realizan a grupos que no pueden subsistir dignamente por sí mismos debido a ciertas limitaciones, temporales o vitalicias. El que hayan o no cotizado a la seguridad social no tiene nada que ver. ¿O qué? ¿Quitamos las pensiones no contributivas?

Por tanto, tenemos que empezar a entender que lo que pagamos a la seguridad social no es ni para nuestra jubilación ni para la de nuestros abuelos. Lo que pagamos a la seguridad social sirve para sostener un sistema de protección a grupos que tienen limitados los medios para conseguir lo necesario para su propia subsistencia. O al menos, así debería ser.

La seguridad social es una caja común. No va lo cotizado a pensiones (de jubilación) y otras aportaciones a otros sitios. Ahí se echa todo, y de ahí se tira.

Se habla ahora de crear un nuevo impuesto exclusivamente para pagar las pensiones. Que no, hombre, que no. Que no se trata de eso. Si hay un nuevo impuesto será para la caja de la seguridad social, no para pensiones de trabajadores únicamente. ¿Vamos a pagar sólo a los que tienen pensiones contributivas? ¿Dejamos a los huérfanos sin cobrar?

Todo esto que nos están vendiendo tiene un fondo claro. El de la hucha de las pensiones, que ya se ve desde hace tiempo (dum, dum, chas). No, no es un chiste en realidad. Este maravilloso gobierno nos ha vaciado la hucha y, cuando se termine, incluso con las rebajas que se han realizado a las subidas de pensiones desvinculándolas del IPC, tendrán que elegir: O dejar de pagar las pensiones o disparar el deficit. Con lo rebeldes que son estos con Bruselas, miedo me da pensarlo.

Sin embargo, no es un dilema para ellos. ¡Aquí está el carrito de los helados del liberalismo para arreglar el problema! Saldrán en tromba: ¡Os lo dijimos! ¡No se puede mantener un sistema de pensiones publico eternamente! Y el PP dirá, tan paternalista y condescendiente como siempre: Ya os advertimos de que complementarais la pensión con un fondo privado.

Entonces, los dos bandos de hoy día se unificarán en armonía en un solo coro: "Pues para eso, ya me administro el dinero yo". Y hala, a tomar por culo el sistema de protección, que vuele por los aires porque "lo que yo pago por mi pensión tengo que recuperarlo".

Sí, sí, ya sé que es tentador presentarse como el dueño del dinero que pagamos y reclamarlo de vuelta como si fuese nuestro, que para eso lo hemos apoquinado. Pero es que no es verdad. Lo que hacemos es mantener un sistema que debe proteger a todos, incluidos nosotros cuando lo necesitemos por cualquier circunstancia, un sistema que no deje tirada a la gente que no puede ganarse la vida.

En realidad, sorprende ver que un sistema así saliese adelante, con todos sus defectos. Frente al lema comunista "la tierra para quien la trabaja" ya hace mucho tiempo que el anarquismo adoptó otra postura: "de cada quien, lo que pueda; a cada cual, lo que necesite". Y ese es, en esencia (aunque menos en desarrollo), el sentido del sistema de pensiones de la seguridad social.

La postura de que el pago que se hace a la seguridad social sirve para mantener a una persona, sea uno mismo u otro, en lugar de a un sistema, reduce (de nuevo, y vuelta la mula al trigo) un esquema social a uno individualista. Algo que se repite hasta la saciedad hoy día como mecanismo de desvinculación, competitividad y anulación de la lucha conjunta y solidaria.

Así que, si mañana amaneces en silla de ruedas o tu hijo queda huérfano, reza porque nadie pregunte cuánto ha cotizado el solicitante a la seguridad social.

miércoles, 28 de diciembre de 2016

Y ganamos la guerra cultural



Descubrí esto hace bien poco.

Un día estaba yo tranquilamente viendo la televisión cuando me encontré con una serie policiaca de derechas. Lo cierto es que me sorprendió, pensé que la serie era "demasiado" de derechas. Pero bien visto, no es así. Es, simple y llanamente, de derechas.

Recordé lo que suele decir Marhuenda de que en este país los artistas son todos (o mayoritariamente, más bien) rojos. Y yo pensaba que era una estupidez, que eso ocurría en todos los países (es así en EEUU, Gran Bretaña, Alemania, etc.). Y pensaba que era normal, puesto que la creatividad y la crítica requieren de romper moldes y eso es más cosa de la izquierda.

Como digo, ando aún un poco verde en este tema.

Por supuesto, sabía de autores y actores que eran de derechas (de Concha Espina a actores de Hollywood) pero siempre habían sido una minoría.

Cuando ganó Trump las elecciones, salió un reportero del país muy enojado y decía que habíamos ganado la guerra cultural y ahora era vergonzoso ser racista o clasista o simplemente de derechas. Y claro, la gente no se atrevía a expresarse, no podíamos discutir y se formaba de pronto un pitote como la victoria de Trump.­­­­

Yo ya sabía lo que era la guerra cultural, pero no fui plenamente consciente de que la habíamos ganado hasta que empezamos a perderla. Y está sucediendo ahora, justo frente a nuestros ojos. Y no me refiero a la serie de Telecinco, esa que recibe críticas a tutiplen, porque estas guerras se empiezan a ganar en un ámbito más delicado: el publico infantojuvenil.

Soy de esas pocas personas que trabajan en casa y, por suerte, suelo escuchar de fondo las series que mi hija ve en televisión. Hace poco le prohibí ver Kid Danger, una de esas series absurdas, bastante malas, que no son de dibujos y que presentan familias con padres estúpidos, que son, por lo general, relativamente inocuas. A mí no me gustó desde el principio, había algo que, simplemente, no me encajaba. Luego fueron saliendo cosas puntuales, un comentario veladamente machista por aquí o por allá, pero el colmo fue cuando dedicaron casi un capítulo entero a criticar la visión cooperativista del mundo con hechos simples que argumentaban que sólo a través de la competitividad se pueden alcanzar las metas y ridiculizaban hasta el extremo la visión contraria.

Otro ejemplo. ¿Sabéis que han destrozado "El rey león" de Disney con una serie llamada "La guardia del león"? Bueno, va sobre el hijo de Simba (que en la segunda película no existía, pero claro, se lo han inventado porque no iba a ser la hija la prota, líder del equipo de la guardia que protege el reino) que tiene un superrugido y tonterías semejantes. La guardia son él y sus amigos (tres chicos, una chica) que son elegidos por sus cualidades. El primer episodio que vi sobre la aceptación de un extranjero fue esperanzador: Una hiena, con la mala fama que tienen, que al final no era mala y respetaba el "ciclo de la vida", se hace amiga del protagonista y termina marchándose a su territorio con la promesa de volverse a ver enseñando así una moraleja sobre tolerancia.

Muy bonito, si no fuera por el capítulo que hubo más adelante sobre los chacales, donde nos muestra la diferencia entre el extranjero "bueno", que viene, respeta y asume tu cultura, y después se marcha a su puto país que es donde debe estar; y el extranjero "malo", que se "infiltra", sirviéndose de la bondad del país que lo acoge, trae a su familia para "invadirlo", robando y aprovechándose, escudándose en que "desconoce" la cultura para hacer todo tipo de maldades y destruir la sociedad, pero de forma sibilina, siendo amable para "parecer bueno". Por supuesto, a ese extranjero malo hay que expulsarlo. Probablemente lo más aberrante de este episodio sea que el chacal "infiltrado" es… un cachorro, es decir, un niño.

Cuando salió ese episodio en la pantalla, mi hija me miró y me dijo: "Mamá, este episodio no te va a gustar". Afortunadamente, ella ha sido criada en unos fuertes valores de tolerancia, ha sido advertida sobre los engaños en la televisión y hemos analizado juntas las moralejas y los mensajes de muchas historias que nos han llegado. Ella sabe discernir pero… ¿Cuántos niños que ven esa serie no lo son? Digo más ¿y cuántos padres?

Para que veáis que no exagero, os dejo el capítulo en cuestión aquí, os recomiendo verlo: https://drive.google.com/file/d/0B7wfpQXavUY_RzlnZ2M3bEluN00/view

El otro día hice algo que no suelo hacer: Ver una película española. "Secuestro". La protagonista es una abogada que se dedica a evitar que entren en prisión los grandes defraudadores de impuestos. Una joyita que es madre de un niño que declara ser secuestrado. Una película donde todos son malos, así, sin distinción, sin mensaje, sin nada. Pero los peor parados, sin duda, son los malvados sindicalistas, sicarios, ladrones, mentirosos y de todo. Tampoco queda muy bien el parado de larga duración que ya pasa de ir a entrevistas y se dedica a apostar en peleas de perros. Y aunque la prota no sea una santa, tampoco es la mala porque se la ve desesperada por ayudar a su hijo.

En fin, qué desastre. Tanto que busqué si es que Blanca Portillo se había hecho de derechas o algo.

¿Qué quiero decir con esto?

Ganamos la guerra cultural, pero perdimos otra, la económica y, con el tiempo, eso nos está pasando factura. La izquierda (así, a nivel global en Occidente) no ha encontrado ninguna contraposición al liberalismo (hablemos del social-liberalismo como oxímoron, por favor) y ahora se ha convertido en una realidad indiscutible. Y no se puede luchar culturalmente contra una realidad indiscutible. Es como intentar luchar contra la ley de la gravedad.

Afortunadamente, aún no hemos perdido la guerra cultural, seguimos dominando esa parcela y tenemos que encontrar la manera de defender nuestras ideas en el campo de batalla de la cultura o estaremos perdidos.

Quedaos con esta puta maravilla, para que veáis que aún hay esperanza.


Y, por favor, si no dejáis que vuestros hijos se metan mierdas en la boca, no dejéis que se las metan en la cabeza.

viernes, 25 de noviembre de 2016

Mis respetos a la muerta

Los muertos son así, aburridos. No saltan cuando los pinchas, no sienten culpa ni dolor ni rabia. Por eso a los muertos hay que dejarlos en paz. Además, si ya te has muerto, no puedes recibir tu merecido, bueno o malo. A no ser que el lector sea creyente, en cuyo caso, toma, una piruleta.


En la otra vida te doy la de verdad, apúntamela.

A los muertos se les debe eso, dejarlos en paz. Pero amigo, aquí nos encontramos con una cosa muy distinta: el respeto. Y yo respeto a los muertos ¿eh? No voy a ir a orinarme en la tumba de alguien durante su funeral mientras me marco un baile, pero de ahí a que no se le pueda criticar nada a esta señora porque “está muerta”… ¡Joder! A ver si diferenciamos entre muertos y santos. Los primeros son los que ya no están vivos y los segundos son los que no existen.

A nadie se le ocurriría decir que no vamos a criticar a Hitler, Mussolini o Franco porque oye, es que están muertos. La muerte no exime de culpa.

Y ahora saltarán los de siempre: “¿Y el respeto a las familias dónde queda?”. Pues ni zorra. Ni me importa. Yo no me he metido con los familiares de esta señora y el hecho de criticarla, e incluso de insultarla, no es una falta de respeto a ellos, sino a la susodicha. Que además ya ni siente ni padece, así que lo mismo da.

El respeto es algo universal, que ha de tenerse, por así decirlo, “de serie” hacia todo el mundo. Luego hay gente que se gana el respeto con creces y gente que lo pierde por ser despreciable. Y aquí esta señora entra en el segundo grupo para gran cantidad de personas que vieron cómo se burlaba de las victimas de metro, después de ocultar uno de los mayores accidentes europeos en este ámbito, cómo dilapidaba el dinero, se vendía por bolsos caros, no aparecía por su trabajo pagado con dinero público, se negaba a que la juzgara el tribunal que juzga al pueblo llano y un larguíííííísimo etc.

Esta señora se ha ganado el desprecio de muchos, y ese deprecio perdura, viva o muerta.

Y como se ha muerto de un infarto (que es lo más habitual a esa edad) ahora resulta que la hemos matado sus críticos. ¡Qué piel tan fina tienen algunos, oiga! No se va a poder acusar a nadie de corrupción, aún cuando está corroborada tal acusación por medios policiales y judiciales… ¡Porque igual se nos muere! ¡Y tenemos que cargar con ello en nuestra conciencia!

El ministro de justicia dice que sin pruebas, a pesar de que por las pruebas la imputó… sí, la justicia

¡Almas cándidas! Después de la excusa del “mi marido es el que llevaba esto y yo firmé por amor” llega el “no me imputes que me muero”. Yo me apunto a esta moda. Cuando por la ley mordaza me llamen a declarar al leer este artículo, diré: “No puede imputarme, señoría, que hay pruebas fehacientes de que ello puede matarte. ¡Me está condenando a muerte señor/a juez/a!”.

Esta mujer me mata

Quiero recordar, así por si a alguien se le había olvidado en la vorágine de todo este sinsentido, que el PP está intentando aprobar una ley para fortalecer la “protección del honor” (jajajajaja, so great) y que toda esta polémica le viene genial.

Pero aquí no acaba el cuento, amigos. Después de culpar a prensa, tuiteros, oposición y demás, de ser unos seres sin corazón asesinos de ancianas en hoteles de lujo, los medios de comunicación contraatacan: No fueron ellos, fue el PP quien la mató.

¡Claro que sí, campeones! Ante una gran estupidez, soltemos otra, por favor. Que no decaiga.

Porque ahora los partidos no deberían dar de lado a los que se ven salpicados de hundidos en la corrupción, porque igual ¡se mueren! Vamos a echar en cara al partido que la diera de lado (así de medio lado, porque bien que Marianico el corto la puso en la permanente en el senado) para sacudirnos esta mierda que nos han lanzado. Y así, en pelea de barro, observo pasmada cómo se echan mierda unos a otros.

El otro día Fernando Berlín decía algo como: “Calmémonos un poco para ver esto. Hay que ir a lo que provocó ambas cosas, tanto que la echaran del partido como el que tuviera sobre ella el foco mediático. Y eso fue la corrupción”.

¡Algo de cordura, al fin!

Una señora se enfanga en corrupción, con el partido imputado en valencia, y la culpa la tienen los medios por decirlo, los tuiteros por hacer crítica humorística, los políticos por atacarla, su partido por echarla… ¡La culpa es de ella! No te jode, que no se meta en esas mierdas. Porque, incluso siendo buenos (buenistas, más bien, que diría mi odiado Marhuender) y pensando que no se llevó un duro y ni siquiera financió ilegalmente el partido, incluso así, habría pecado de hacer la vista gorda, de no vigilar, de no asegurarse de poner en buenas manos las cuentas. Eso por no mencionar la larga ristra de otras cosas que esta señora (¡oh, infame señora!) arrastraba consigo.

Así que, con todos mis respetos, váyanse a la mierda. Y a esta señora sólo la deseo que descanse en "paz"… ¡en tanta paz como tranquilidad deja!

martes, 25 de octubre de 2016

Habéis entendido la disciplina de voto al revés



Últimamente está hablándose mucho sobre la diciplina de voto y el artículo de La Constitución que niega el mandato imperativo sobre los diputados.

Hay que comprender esos conceptos en el contexto de este gobierno democrático representativo para que sepamos de qué demonios estamos hablando.

En España los partidos utilizan listas cerradas. Esto significa que los electores no eligen ni siquiera a sus representantes individualmente, sino que los partidos exponen listas ya creadas por ellos mismos y es entre esas listas entre las cuales los votantes pueden elegir. Cuando un partido dice que tiene listas abiertas, se refiere a que las listas cerradas son conformadas previamente por la ciudadanía o los militantes; pero a nivel procedimental, lo que se votan son listas cerradas.

Entonces, ¿qué votas cuando votas? Votas la lista de un partido en base a su programa electoral.

Bien. Al conformarse este sistema los socialistas europeos se dieron cuenta de que los electores tenían un control muy bajo sobre lo que pudieran votar unos diputados que ellos no habían elegido. Esto llevó a que se creara el mandato imperativo del partido, es decir que aquello que decidiera el partido tenía que ser obligatoriamente votado por todos los representantes de la lista, de modo que si en un momento dado un grupo de disidentes votaba algo contrario a la postura oficial y pública del partido, pudieran hacerles renegar de su escaño. Esta medida se tomó para evitar que los diputados votaran, por sus propios intereses o ideas, en contra de lo que programáticamente estaba establecido, de modo que los electores mantuvieran un cierto control para que su voto fuera en la dirección que habían elegido. Ello reducía el congreso a algo absurdo, puesto que sería lo mismo tener a una sola persona de cada partido con una cantidad de votos a su disposición para las votaciones, dado que no habría disidencia posible. El término medio entre una cosa y la otra es la disciplina de voto, que no obliga a votar lo mismo, dando la posesión del sillón al diputado, pero permite una serie de medidas disciplinarias como ser reprendidos y castigados, e incluso expulsados (del partido, nunca del escaño).

Dicho esto. ¿Es posible esgrimir la disciplina de voto en contra de aquellos que quieren cumplir con los compromisos electorales por los que sus listas fueron votadas? Esto es lo que quiere hacer el PSOE con los rebeldes que se niegan a abstenerse ante el PP, pero, si el sistema fue ideado para que los electores se asesugararan de que no hubiera, por así decirlo, "traidores" entre los elegidos por el partido, cuando es el partido el que traiciona sus promesas electorales no parece lógico poder acusarles de saltarse la disciplina de voto.

¡Cosas de la "democracia"!

lunes, 4 de abril de 2016

La superioridad de la élite intelectual


Somos tontos. Por lo menos, los pobres e incultos. Uno de los problemas es ese, que no sabemos la diferencia entre "inculto" y "tonto". De esta confusión deducimos falsamente que el culto es listo. Y confundimos, para más inri, "culto" con "académico". Ahí tenéis las definiciones, para que las consultéis. So vagos. Porque encima, el que no se cultiva no es porque no tenga medios materiales, motivaciones o tiempo, es porque es vago o maleante, y prefiere hacer otras cosas. Esta es por supuesto una mentira a medias.

En el programa de la Sexta El Intermedio hacen a veces esa sección que me exaspera e interesa por igual: "Barrio rico, barrio obrero" -lo de "barrio pobre" parece ser que era demasiado políticamente incorrecto- y una vez preguntaron sobre el trabajo de los hijos, y uno del barrio rico dijo que todos sus hijos trabajaban porque se había molestado en darles una buena educación, mientras que otros padres no se preocupan de la educación de sus hijos. Y se quedó tan ancho. Ignora tal vez este loable caballero factores como la comida y el techo por delante, o que los hijos han de trabajar para ayudar a sus familias en quiebra. Pero aquí cada cual a su egocentrismo.

Minuto 4:10-4:20


Volvemos a los académicos listos. Hace poco se montaba un revuelo tremendo porque un recién ingresado a la RAE decía que la alcaldesa Ada Colau tendría que estar vendiendo pescado. Muchos han tomado esta afirmación con no poco sentimiento de indignación. La mayoría le han acusado de machismo. En realidad, la perlita es más clasista que machista, pero lo mismo da, hoy de lo que quiero hablar es del sentimiento de inferioridad moral de los no-académicos y del de superioridad de los académicos.

Hablaban al día siguiente en Al Rojo Vivo -sí, veo la Sexta la mayoría de las veces, aunque sea neoliberalista lo es menos que el resto de las cadenas- sobre las declaraciones de este señor y, tras tacharlas de "desafortunadas", remarcaban con insistencia que éstas no demolían la brillante carrera de quien las había pronunciado, que era un estudioso muy respetado y con muy buenas obras en su trayectoria.

¿Y?

Voy a haceros un descubrimiento que igual os deja helados. Agarraos a los reposabrazos de la silla.

Ser académico no te hace más listo. 


Wow. Respirad hondo. Tomaos un momento para asimilarlo. ¿Ya? No, no tranquilo. Tómate tu tiempo, porque aún hay más.

 Imagen zen de relajación, para ayudaros a calmaros.

¿Preparado? ¿Seguro? Ahí voy:

Ser académico no te hace moralmente superior.

Ser más listo tampoco.

¿Cómooooo? Sí, sí, lo sé. Es mucho para procesar en un solo artículo. Es normal si sientes que los cimientos de tu vida se tambalean bajo tus pies. Querrás pruebas. Tranquilo. Mantén la mente abierta. Ahora piensa en ese iletrado, ese analfabeto o casi, que todos conocemos alguno, o al menos hemos oído hablar de él, que sin embargo es un trozo de pan. Buena persona, pero bueno de esto que dices "de bueno pareces tonto, hijo". Eso desmonta automáticamente la falacia. Pero seguro que también sabes que hay listos con muchas carreras que son unos hijos de la gran puta. Por ejemplo, el evasor de impuestos que sabe, perfectamente, que los millones que no paga a hacienda van a repercutir en los servicios ofrecidos a los ciudadanos más desfavorecidos y tiene un plan tela de complicado (o piensa en quien lo haya urdido, para tales fines sin duda) para no pagar un duro.

Ser listo no es sinónimo de ser buena gente. Y por supuesto ser académico no es sinónimo de ser listo. Ni todos los académicos son unos lumbreras ni todos los lumbreras son académicos. Hay mucha gente con potencial que se queda en la cuneta y mucho "enchufado" que se lleva el título sin capacidades (o copiando, como ciertos ministros alemanes ¿verdad?). Así que he aquí esta verdad incómoda. Estudiar y tener reconocimiento no es sinónimo de ser un ente digno de idolatría.

Hay un personaje en un libro mío que dice: "Los poderosos sólo lo somos porque vosotros creéis que los somos". Con la élite intelectual pasa un poco lo mismo. Ellos, como todo egocéntrico, a menudo se piensan que son más que los demás, y nosotros, que nos vemos chiquitos a su lado porque no sabemos de astrofísica o frases famosas que no sean de Coelho, alimentamos esa falsa creencia, inflando su ego y convirtiéndolos en creadores de verdades que de verdades tienen poco. Renunciamos a nuestro buen juicio, a nuestra capacidad crítica, para entregarles a ellos, más sabios, la obligación y el derecho de cuestionamiento generalizado. Es decir, nos creemos lo que nos digan, aunque sea una soberana estupidez.

Es cierto que a un académico de la lengua un iletrado tiene que escuchar lo que dice sobre lingüística, pero es absurdo que ampliemos ese conocimiento a todos los campos. Dígale usted al universitario de clase alta que no ha cuidado una maceta en su vida que mantenga un huerto. Verá cómo el campesino más analfabeto lo hace mejor.

Pues bien, con la ética pasa algo parecido. No es que los académicos no conozcan el campo de la ética, es que cualquiera en sociedad lo conoce. Todos. Sí, hasta los pescaderos, friegasuelos y camareros. Todos. Tú también. La conoces tanto como el académico y, por supuesto, tienes tus propias teorías al respecto. Así que deja de asumir que él, el que ha estudiado mucho, entiende más de moralidad que tú.

Se critican las palabras del académico con la boca chica para luego abrirla bien encumbrando sus conocimientos "Sí, un patinazo, pero eso no borra toda su loable carrera".

Y una mierda.

¿Tenemos que admirar a alguien que es muy estudioso o muy inteligente cuando es un jodido cabrón? Y no hablo del académico de la lengua que ha dicho eso sobre Colau, hablo en general. "Oh, sí, Hitler era un gran estadista. Y le gustaban los perros". Ah, estupendo, alabémosle todos. ¿No veis lo absurdo de esta forma de pensar? Cualquier capacidad que tengas, física o mental, no te exime ni es atenuante en un juicio de valor. Así que dejaos ya de estupideces y de avergonzaros, si el fulano es un inmoral, lo es, aunque sea un inmoral con muchos títulos y entrevistas a sus espaldas. Sacudíos de una vez esa inferioridad.

El clasismo en el que se enmarcan las palabras del académico a Colau son una bravuconada propia de quien se considera superior. Y es de sabios ser humilde pero, joder, también es muy difícil, así que no se lo toméis en cuenta. En cambio, cuestionadle, no como lingüista, sino como persona, porque igual que medimos sus capacidades y logros en un campo, hemos de hacerlo en otro diferente sin confundir una lid con otra.

En resumen, sentíos libres de decir: "Será muy listo, pero es una mala persona".