miércoles, 28 de diciembre de 2016

Y ganamos la guerra cultural



Descubrí esto hace bien poco.

Un día estaba yo tranquilamente viendo la televisión cuando me encontré con una serie policiaca de derechas. Lo cierto es que me sorprendió, pensé que la serie era "demasiado" de derechas. Pero bien visto, no es así. Es, simple y llanamente, de derechas.

Recordé lo que suele decir Marhuenda de que en este país los artistas son todos (o mayoritariamente, más bien) rojos. Y yo pensaba que era una estupidez, que eso ocurría en todos los países (es así en EEUU, Gran Bretaña, Alemania, etc.). Y pensaba que era normal, puesto que la creatividad y la crítica requieren de romper moldes y eso es más cosa de la izquierda.

Como digo, ando aún un poco verde en este tema.

Por supuesto, sabía de autores y actores que eran de derechas (de Concha Espina a actores de Hollywood) pero siempre habían sido una minoría.

Cuando ganó Trump las elecciones, salió un reportero del país muy enojado y decía que habíamos ganado la guerra cultural y ahora era vergonzoso ser racista o clasista o simplemente de derechas. Y claro, la gente no se atrevía a expresarse, no podíamos discutir y se formaba de pronto un pitote como la victoria de Trump.­­­­

Yo ya sabía lo que era la guerra cultural, pero no fui plenamente consciente de que la habíamos ganado hasta que empezamos a perderla. Y está sucediendo ahora, justo frente a nuestros ojos. Y no me refiero a la serie de Telecinco, esa que recibe críticas a tutiplen, porque estas guerras se empiezan a ganar en un ámbito más delicado: el publico infantojuvenil.

Soy de esas pocas personas que trabajan en casa y, por suerte, suelo escuchar de fondo las series que mi hija ve en televisión. Hace poco le prohibí ver Kid Danger, una de esas series absurdas, bastante malas, que no son de dibujos y que presentan familias con padres estúpidos, que son, por lo general, relativamente inocuas. A mí no me gustó desde el principio, había algo que, simplemente, no me encajaba. Luego fueron saliendo cosas puntuales, un comentario veladamente machista por aquí o por allá, pero el colmo fue cuando dedicaron casi un capítulo entero a criticar la visión cooperativista del mundo con hechos simples que argumentaban que sólo a través de la competitividad se pueden alcanzar las metas y ridiculizaban hasta el extremo la visión contraria.

Otro ejemplo. ¿Sabéis que han destrozado "El rey león" de Disney con una serie llamada "La guardia del león"? Bueno, va sobre el hijo de Simba (que en la segunda película no existía, pero claro, se lo han inventado porque no iba a ser la hija la prota, líder del equipo de la guardia que protege el reino) que tiene un superrugido y tonterías semejantes. La guardia son él y sus amigos (tres chicos, una chica) que son elegidos por sus cualidades. El primer episodio que vi sobre la aceptación de un extranjero fue esperanzador: Una hiena, con la mala fama que tienen, que al final no era mala y respetaba el "ciclo de la vida", se hace amiga del protagonista y termina marchándose a su territorio con la promesa de volverse a ver enseñando así una moraleja sobre tolerancia.

Muy bonito, si no fuera por el capítulo que hubo más adelante sobre los chacales, donde nos muestra la diferencia entre el extranjero "bueno", que viene, respeta y asume tu cultura, y después se marcha a su puto país que es donde debe estar; y el extranjero "malo", que se "infiltra", sirviéndose de la bondad del país que lo acoge, trae a su familia para "invadirlo", robando y aprovechándose, escudándose en que "desconoce" la cultura para hacer todo tipo de maldades y destruir la sociedad, pero de forma sibilina, siendo amable para "parecer bueno". Por supuesto, a ese extranjero malo hay que expulsarlo. Probablemente lo más aberrante de este episodio sea que el chacal "infiltrado" es… un cachorro, es decir, un niño.

Cuando salió ese episodio en la pantalla, mi hija me miró y me dijo: "Mamá, este episodio no te va a gustar". Afortunadamente, ella ha sido criada en unos fuertes valores de tolerancia, ha sido advertida sobre los engaños en la televisión y hemos analizado juntas las moralejas y los mensajes de muchas historias que nos han llegado. Ella sabe discernir pero… ¿Cuántos niños que ven esa serie no lo son? Digo más ¿y cuántos padres?

Para que veáis que no exagero, os dejo el capítulo en cuestión aquí, os recomiendo verlo: https://drive.google.com/file/d/0B7wfpQXavUY_RzlnZ2M3bEluN00/view

El otro día hice algo que no suelo hacer: Ver una película española. "Secuestro". La protagonista es una abogada que se dedica a evitar que entren en prisión los grandes defraudadores de impuestos. Una joyita que es madre de un niño que declara ser secuestrado. Una película donde todos son malos, así, sin distinción, sin mensaje, sin nada. Pero los peor parados, sin duda, son los malvados sindicalistas, sicarios, ladrones, mentirosos y de todo. Tampoco queda muy bien el parado de larga duración que ya pasa de ir a entrevistas y se dedica a apostar en peleas de perros. Y aunque la prota no sea una santa, tampoco es la mala porque se la ve desesperada por ayudar a su hijo.

En fin, qué desastre. Tanto que busqué si es que Blanca Portillo se había hecho de derechas o algo.

¿Qué quiero decir con esto?

Ganamos la guerra cultural, pero perdimos otra, la económica y, con el tiempo, eso nos está pasando factura. La izquierda (así, a nivel global en Occidente) no ha encontrado ninguna contraposición al liberalismo (hablemos del social-liberalismo como oxímoron, por favor) y ahora se ha convertido en una realidad indiscutible. Y no se puede luchar culturalmente contra una realidad indiscutible. Es como intentar luchar contra la ley de la gravedad.

Afortunadamente, aún no hemos perdido la guerra cultural, seguimos dominando esa parcela y tenemos que encontrar la manera de defender nuestras ideas en el campo de batalla de la cultura o estaremos perdidos.

Quedaos con esta puta maravilla, para que veáis que aún hay esperanza.


Y, por favor, si no dejáis que vuestros hijos se metan mierdas en la boca, no dejéis que se las metan en la cabeza.