miércoles, 9 de diciembre de 2015

¿Debemos votar los anarquistas?




En principio, la respuesta es sencilla, obvia: No. Para ser coherentes con nuestros ideales, para vivir de acuerdo a ellos, no debemos votar.

Sin embargo, muchos anarquistas declarados votan. ¿Por qué? Bueno, sin duda porque esta cuestión es mucho más compleja de lo que aparenta.

En primer lugar debemos entender que en una toma de decisiones no hay únicamente un factor. Por norma general, no sólo valoramos si lo que hacemos es correcto o no, sino que además nos cuestionamos la eficacia de nuestra decisión en la práctica.


Entre los abstencionistas conscientes, activos, o como quieran llamárseles, existen anarquistas que no votan por una cuestión puramente ideológica (no puedo apoyar con mi voto a un sistema en el que no creo e incluso quiero derrocar) mientras que otro tienen un posicionamiento, además, pragmático (si el número de abstencionistas se dispara, se evidenciará la ineficacia del sistema electoral como toma de decisiones popular). Aunque es cierto que se ha rebajado en muchos lugares la participación sin que actualmente ningún país se haya planteado la anarquía como un método de solucionarlo, y es de hecho una de las condiciones en las que las ideas autoritarias pueden reforzar su crecimiento, por lo que no parece una decisión muy práctica.

Abordando en primer lugar la cuestión meramente ideológica, debemos comprender que es una cuestión de principios perfectamente respetable. Cada cual estamos dispuestos a renegar de ciertas cuestiones ideológicas por pura necesidad o pragmatismo. Esta es una clave importante para el artículo. No se puede pedir a un anarquista que viva como anarquista en una democracia, igual que nos resultaría absurdo que un demócrata pusiera una urna y metiera su voto en una sociedad anarquista. La mayoría de los abstencionistas por cuestiones ideológicas utilizan el dinero, compran, reciben un salario, piden ayudas al estado, pagan sus impuestos… es decir, son parte activa de un sistema que rechazan, y lo son conscientemente, aunque les duela. Otros, por supuesto, malviven con dignidad al margen del sistema, pero la mayoría no lo hace. Así pues, los más asumen que tienen que aceptar ciertas reglas de juego para vivir en sociedad, lo que incluye hacer cosas que chocan frontalmente con su ideología.

Cada uno tiene que saber hasta qué punto y en qué sentidos está dispuesto a ceder, y aceptar que habrá quienes paguen sus impuestos y no voten, y quienes se nieguen a pagar sus impuestos y sí voten.




Respecto a los anarquistas que sí votan, existen también dos tipos: Por un lado tenemos a los anarquistas que votan porque se resignan a vivir en democracia y, por tanto, aceptan las reglas de juego. "El que vota elige amo", cierto, pero al que no vota se lo eligen otros, porque si vives dentro del sistema tendrás que aceptar las reglas de juego, como ya hemos visto antes. Mejor alguien que se acerque más a tus ideales que voten sólo los de derechas. Es un voto meramente pragmático.

Sin embargo, hay otros anarquistas que votan por una mezcla entre idealismo y pragmatismo. Se trata de intentar que los políticos permitan avanzar a la sociedad hacia un caldo de cultivo donde se puedan instalar ideas libertarias. No es cuestión de "cambiar al sistema desde dentro", sino de aprovechar las ventajas y debilidades del sistema para conducir a la sociedad hacia un punto más propicio para labrar las condiciones necesarias para la educación en ideas anarquistas.
 
Por así decirlo, si votas a por ejemplo a un partido anticlerical siendo anarquista, podrías conseguir que la Iglesia disminuya su poder, lo que siempre es una buena idea para poder sembrar ideas de liberación personal independiente de deidades y juicios de valor ajenos a la moral racional. Lo mismo si votas a un partido que apoya especialmente las empresas de organización horizontal y el ensalzamiento del poder obrero, o en contra de la competitividad globalizada y el liberalismo económico que carcome los derechos laborales. Es una forma de avanzar consciente de que no es la meta.

En definitiva: Igual que muchos renunciamos a cumplir ciertas obligaciones o leyes por cuestiones ideológicas, debemos respetar a aquellos anarquistas que no votan pero, cuidado, no dejemos en el olvido la eficacia. ¿Qué es mejor, tener un voto anarquista entre pragmático e idealista o un no-voto meramente idealista?

Dicho de otro modo: Si nos duele votar, ¿es aceptable renunciar a ese dolor meramente por comodidad con nuestra propia conciencia en detrimento de un posible avance hacia el cumplimiento de nuestros ideales?

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